Historia del Coliseo
Descubre la grandeza y el encanto del Anfiteatro que ha cautivado al mundo durante dos mil años
El Coliseo, símbolo indiscutible de la grandeza de la antigua Roma, es una majestuosa estructura que ha cautivado a visitantes de todos los rincones del mundo durante casi dos mil años.
Inaugurado en el año 80 d.C. por el emperador Tito, este imponente anfiteatro era el corazón palpitante del entretenimiento romano, donde valientes gladiadores y fieras se enfrentaban en espectaculares batallas que atraían a inmensas multitudes.
Pasear por sus arcos e imaginar los ecos de los aplausos y rugidos que antaño llenaban el aire es una experiencia única y cautivadora.
Visitar el Coliseo es un viaje en el tiempo, una inmersión en las raíces de la historia y la cultura occidentales que todo aficionado a los viajes y a la historia debería experimentar al menos una vez en la vida.
No hay mejor forma de sentir el aliento de la Historia que atravesar sus antiguas puertas.
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La historia de este extraordinario monumento
Un viaje en el tiempo entre las majestuosas ruinas del Coliseo, donde la antigua Roma cobra vida en toda su gloria y grandeza, ofreciendo una experiencia inolvidable en el corazón de la historia.
El Coliseo forma parte de un conjunto de edificios interconectados, conocido como«complejo anfiteatral«, utilizado para espectáculos de gladiadores y otros actos públicos en la antigua Roma.
Este imponente anfiteatro, hoy símbolo indiscutible de la ciudad, se construyó entre los años 70 y 80 d.C. bajo el mandato del emperador Vespasiano de la dinastía Flavia.
La construcción se financió con los beneficios del saqueo del Templo de Jerusalén, llevado a cabo por las legiones dirigidas por el hijo de Vespasiano, Tito, en el año 70 d.C.
El lugar elegido para la construcción del Coliseo era una zona ocupada anteriormente por la Domus Aurea, la fastuosa residencia de Nerón.
Se cree que el lago artificial de la Domus Aurea, situado exactamente donde ahora se alza el anfiteatro, estaba rodeado por una serie de edificios y terrazas que formaban parte del complejo palaciego.
A pocos pasos del Coliseo se alzaba el famoso Coloso de Nerón, una gigantesca estatua de bronce de más de treinta metros de altura, que más tarde daría nombre al anfiteatro, aunque esta asociación parece ser de origen medieval.
La construcción del Coliseo implicó no sólo la erección del anfiteatro propiamente dicho, sino también la creación de un sistema de edificios auxiliares y vías de conexión, incluidas galerías subterráneas y pasadizos hipogeos.
Estas estructuras eran esenciales para la preparación de los espectáculos y el funcionamiento de la arena, pues permitían el transporte rápido de gladiadores, animales y maquinaria escénica.
Vespasiano y sus sucesores, Tito y Domiciano, no limitaron su intervención a la construcción del anfiteatro.
Toda la zona circundante fue transformada con la adición de edificios y estructuras auxiliares, incluido el vestíbulo neroniano, que fue parcialmente demolido para dejar paso a los cimientos del Coliseo.
Domiciano, en particular, introdujo importantes modificaciones en el complejo, creando un extenso sistema de pasadizos subterráneos de mampostería que sustituyeron a las anteriores estructuras de madera y permitieron una gestión más eficaz de los espectáculos.
Sin embargo, estas modificaciones hicieron imposible inundar la arena para las naumachiae, las batallas navales que caracterizaron los primeros espectáculos celebrados en el Coliseo.
La Meta Sudans, una fuente monumental situada cerca del Coliseo, fue otra adición realizada durante el reinado de Domiciano.
De unos 18 metros de altura, la fuente tenía una base circular y una forma troncocónica, con cuatro chorros de agua que descendían desde la parte superior hasta una pila situada debajo.
Este elemento arquitectónico, hoy desaparecido, contribuyó a definir el paisaje monumental en torno al Coliseo.
La construcción del Coliseo requirió enormes cantidades de materiales, incluidas más de cien mil toneladas de travertino, una piedra caliza procedente de las canteras de Tívoli, junto con mármol, madera y hierro.
Los cimientos del edificio cubrían una superficie de unos 25.298 metros cuadrados, y todo el proyecto requirió no sólo grandes esfuerzos y recursos, sino también notables habilidades de ingeniería y arquitectura.
A pesar de las leyendas que atribuyen el diseño del Coliseo a un tal Gaudencio, un noble romano del que se dice que murió asesinado en el interior del anfiteatro, no existen pruebas históricas concretas que permitan identificar al arquitecto de la obra.
Lo que es seguro, sin embargo, es que el Coliseo se convirtió rápidamente en un símbolo del poder y la grandeza del Imperio Romano, capaz de albergar hasta 50.000 espectadores para espectáculos que incluían combates de gladiadores, ejecuciones públicas, cacerías de fieras y, en los primeros años, incluso batallas navales.
Visitar hoy el Coliseo es una experiencia ineludible para quien desee sumergirse en la historia antigua.
Aunque el acceso está limitado a los dos primeros pisos, parte del hipogeo y la cubierta parcial de la arena, el monumento ofrece una visión única de la vida y la cultura de la antigua Roma.
Desde 2018, el Parco Archeologico del Colosseo ofrece a los visitantes una experiencia multimedia, comisariada por la arqueóloga Alfonsina Russo, que explora diversos aspectos de la historia y la arquitectura del anfiteatro mediante películas y presentaciones divididas en once secciones temáticas.
Otra atracción especialmente fascinante es la reproducción de uno de los veintiocho ascensores que, desde la época de Domiciano, se utilizaban para elevar animales y maquinaria escénica desde el hipogeo hasta la arena.
Esta reconstrucción, inaugurada en 2015, permite comprender mejor el funcionamiento de este complejo sistema de ingeniería, que durante más de cuatrocientos años permitió los espectáculos más extraordinarios y brutales de la Antigüedad.
Visitar el Coliseo significa hacer un viaje en el tiempo, descubriendo las maravillas de una época en la que Roma era el centro del mundo conocido.
Es una oportunidad única de tocar la grandeza de una civilización que dejó una huella indeleble en la historia de la humanidad.